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Una estadía en el campo: Villas de Sotomayor

Por: Laleska García Vázquez

En el corazón de Adjuntas se encuentra una gema de lugar reconocida por todo el que habita ahí. La importancia del compartir familiar entre la Ciudad del Gigante Dormido se puede experimentar en el parador Villas de Sotomayor.

“Somos una familia puertorriqueña atendiendo familias puertorriqueñas”, expresó el administrador de las Villas, Roy Ramos.

El gerente general compartió como de visitar junto a su familia el parador, terminaron haciéndose dueños del lugar para continuar ofreciendo una experiencia familiar única.

En el 1990, Aníbal Sotomayor fundó lo que se conoció como Villas de Sotomayor con la visión de crear un Country Club. Desde el inicio la idea de las habitaciones como cabañas estaba presente en la antes conocida Hacienda Luna. Actualmente, cuentan con 34 habitaciones y todas tienen terraza con hamaca, un detalle importante para la experiencia de una estadía en el campo.

Luego del huracán George, y llegar a un acuerdo con el fundador de las Villas y el padre del administrador, Jesús Ramos comienza como operador del parador.

Para el 2001, la Compañía de Turismo los nombra Parador de Puerto Rico por lo que cambian su nombre oficial, pero dejan el apellido del fundador en honor a la oportunidad de continuar el negocio.

A través de los años han buscado distintos intereses que atraigan a las personas, tema que los ha llevado a ser el parador con mayor cantidad de facilidades recreativas en la isla. Entre estas diversificaciones se encuentran canchas de voleibol, bádminton, baloncesto, voligrama, y voliarena, y área de videojuegos, además de dos piscinas para niños y adultos.

Por si fuera poco, también tienen un área de acampar y otra de hacer actividades al aire libre. Cuentan con gazebos que tienen espacio para hasta 700 personas, y un salón de actividades con espacio para 150 personas.

En miras de aportar al turismo interno, el parador agroecoturístico tiene su propia finca en la que cosechan lechuga, papaya, y café, entre otros, que se utilizan en la cocina de su restaurante. Las villas tienen su propio restaurante llamado “Las Garzas” que ofrece desayuno, almuerzo y cena. El dicho de “bueno, bonito, y barato” se puede utilizar para resumir la gastronomía del pueblo.

Otra experiencia que proveen son las excursiones a caballo en las que se visita la finca y la nueva finca llamada Hacienda Luna. En la hacienda nueva preparan un área para “mountain bikes”, además de expandir las cosechas.

La visita a las villas permite la oportunidad de conocer todos los secretos de Adjuntas. El pueblo tiene la mayor cantidad de bosques estatales, cascada Las Garzas, y a cuatro minutos de distancia, el charco El Ataúd que se encuentra entre uno de los más visitados en la isla.

De igual forma, se encuentran tres haciendas cafetaleras, por lo que ofrecen una ruta en la que se puede visitar las haciendas en conjunto con los charcos. Para los fanáticos del senderismo, el pueblo tiene el Cerro Guilarte que es el séptimo pico más alto de Puerto Rico. En una ruta de 45 minutos se puede llegar a la cima. Una experiencia distinta es la visita al Puente Hamaca que cruza todo el Lago Garza.

El Festival del frío

No hay un momento específico para visitar Adjuntas que no sea buena idea, pero entre enero y abril se disfruta de la época más fría. Ramos nos compartió como su pueblo, también conocido como la Suiza de América, celebra en las Villas el famoso Festival del Frío por los pasados 14 años.

El evento comenzó con el club adjunteño quienes se reunían en la plaza del pueblo para disfrutar del frío, y, tras convencer al operador del parador movieron su encuentro a una bohemia alrededor de la piscina del parador. De ese evento, han crecido hasta recibir  55,000 personas para la actividad.

El festival tiene una duración de viernes a domingo. El primer día tienen la tradicional bohemia “a la luz de las velas y la luna”, según comparte Ramos. Para el segundo día, a las 6 de la mañana, tienen el espectáculo de las arañas y las libélulas. Ramos comparte que en la noche las libélulas se posan a descansar y, debido al frío, sus alas se congelan. En ese instante, las arañas van tejiendo encima de las alas provocando que con el rocío de la mañana se visualice una alfombra blanca.

Luego dan una caminata descalzos y el parador los invita, de forma gratuita, a un desayuno de sorullos con bacalao asado en leña y café. Mientras, comienzan las actividades del día con música en vivo y artesanos. A la medianoche del sábado, se preparan para despedir al frío rompiendo bolsas de hielo y caminando hacía el río mientras cantan “vamos para el río a despedir el frío”. La noche termina con un asopao de la que comen todos los invitados. El evento culmina el domingo con el mercado artesanal y el concurso de trovadores.

Asimismo, entre agosto y septiembre se puede participar de la feria agrícola de la montaña. Por segundo año, tienen el encuentro de campers de Volkys. Tienen concentraciones de 4×4, y exhibiciones de bicicletas y carros antiguos, y prontamente un rally de “carros exóticos.”

Entre sus diversificaciones de servicio, tienen un paquete de cabalgata en el que se puede alquilar una habitación junto a su equino. Para sus planes futuros, tendrán un plan de residencia y un rebranding de las villas que se estará anunciando para octubre.

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