Francisco Oller: pinceladas de una vida
Francisco Oller (Bayamón, 1833 – San Juan de Puerto Rico, 1917) Pintor puertorriqueño considerado el más importante artista del siglo XIX en la Isla.
Desde pequeño desarrolló una afición especial al dibujo y dedicó un gran esfuerzo a su aprendizaje. Al cumplir los dieciocho años viajó a Madrid con la intención de completar su formación artística en la Academia de San Fernando
Entre viajes y estancias: el surgimiento de un gran artista
Dos años más tarde regresó a Puerto Rico, pero su inquietud le llevó a realizar un nuevo viaje a Europa, esta vez a Francia. Se instaló en París y entró en el taller de Thomas Couture para completar sus estudios de pintura, al tiempo que se inscribió como copista en el museo del Louvre, donde tuvo como preceptor a Gustave Courbet
Algunas dificultades económicas obligaron a Oller a desempeñar todo tipo de oficios para mantenerse, desde sacristán hasta barítono en una compañía de ópera italiana.
En 1859 ingresó en el taller de Gleyre, en el que también se formaban Frédéric Bazille, Pierre Auguste Renoir, Claude Monet y Alfred Sisley; más tarde conoció a Paul Cézanne y en 1861 visitó el taller de Courbet.
En 1865 regresó a Puerto Rico, convertido en el primer artista de habla hispana que había adoptado el estilo impresionista. Tres años más tarde inició su labor docente, decisiva en la plástica puertorriqueña, con la apertura en la capital de una academia gratuita de dibujo y pintura. Continuó viajando a Europa y en 1876 se estableció en Madrid, esta vez como artista consagrado.
El regreso definitivo
A los 51 años de edad, Francisco Oller regresó definitivamente a Puerto Rico, donde fundó una nueva academia, la escuela femenina de dibujo y pintura. En 1902 fue nombrado profesor de dibujo en la Escuela Normal, que más tarde se convertiría en Universidad Nacional. Su labor artística y docente fueron decisivas en la formación de un arte nacional puertorriqueño y fue considerado el más importante artista del siglo XIX de Puerto Rico.
Lo cotidiano en su creación
Su pintura, que evolucionó desde el realismo academicista de los primeros años hasta el impresionismo aprendido de primera mano en Francia, hizo surgir en la plástica puertorriqueña un interés por retratar el entorno cotidiano: las gentes, los paisajes, las costumbres. Entre sus obras cabe destacar El pleito de la herencia (1854-1856), Retrato de Manuel Sicardó (1866-1868), El molino (1875), Las lavanderas (1887-1888), El Velorio (1893) y Bodegón con piñas (1912-1914). En La escuela del Maestro Cordero (1890) retrató al abnegado educador puertorriqueño Rafael Cordero.