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La pandemia de un siglo atrás: Influenza de 1918 en Puerto Rico

La pandemia de Covid-19 no es la primera en la historia de Puerto Rico o de la humanidad. Hacia 1918, en el contexto de la Primera Guerra Mundial comenzó a propagarse una epidemia de influenza AH1N1 que cobró la magnitud de una breve, pero letal enfermedad. A esta se le conoció como “la muerte violeta”, el “flu” o la “grippe española”.

A causa de esta pandemia en el Caribe, fallecieron unas 100 000 personas y unas 675 000 en Estados Unidos. Se estima que, en junio de 1918, países como Indonesia, Australia, Nueva Zelanda, Puerto Rico y sectores de la costa de Brasil comenzarían a verse impactados, aunque en esos momentos no se supiera a ciencia cierta que se trataba de influenza.

En Puerto Rico la primera etapa local de la influenza se puede ubicar desde mediados de junio hasta finales de septiembre de 1918. Se informaba entonces que el 20 de junio de ese año una “alarmante epidemia” atacó al barrio de Puerta de Tierra y mantenía en cama a familias completas.  Ocasionó más de mil “atacados” en solo cuatro días en una población de 18 000 habitantes.

Gran parte de esa población la formaban los obreros de la fábrica de tabaco  “La Colectiva”, también conocida como la Porto Rican American Tobacco Company.  El miedo y la intranquilidad ocasionaron que muchas familias se mudaran de inmediato a otros lugares de la Isla. Para empeorar la situación, hubo una huelga de barrenderos que duró seis días y contribuyó a dispersar mucho más la epidemia debido a la falta de higiene.

La confusión que prevaleció en los diagnósticos de esos años llegando a confundirse con el dengue, aunque estudios posteriores afirman que pueden haber coexistido ambas enfermedades. Ese desconocimiento no fue exclusivo en Puerto Rico.  En España, en donde hubo un cálculo de aproximadamente 250 000 muertes, así como en otras partes del mundo, se puso de manifiesto el desconocimiento médico sobre la enfermedad. Aún no se habían descubierto los virus que la causaban, no se conocía un tratamiento específico, no existían los antibióticos y mucho menos las vacunas y las drogas antivirales y antibacteriales efectivas para combatirla.

La segunda ola a nivel mundial coincidió con el otoño de 1918 (23 de septiembre), y se extendió hasta enero de 1919. Los meses más devastadores en cuanto a la mortalidad fueron octubre, noviembre y parte de diciembre.

En ese tiempo, la llegada a Puerto Rico de barcos con enfermos fue un factor clave para la difusión de la enfermedad. También, al finalizar la Primera Guerra el 11 de noviembre de 1918, y comenzar el retorno de muchos de los 18 000 veteranos, no faltaron las celebraciones, congregaciones, encuentros y contactos que en ocasiones eran portadores de influenza.

En ese mismo mes se agudizó su difusión, y se sintieron los embates sociales del terremoto de San Fermín del 11 de octubre, el cual dejó un saldo de 116 muertes y un estimado de cuatro millones de dólares en pérdidas de propiedades. Esto, sin contar con el miedo generalizado por el posterior maremoto (tsunami) que conmocionó, especialmente, a la zona noroeste. El mismo provocó olas de 18 pies que dejó en “la indigencia” a más de 600 personas.

Se implantaron “planes de urgencia o de emergencia” para evitar la propagación y se recomendaron medidas sanitarias como barrer los balcones y las aceras, evitar las grandes reuniones, no escupir en el suelo, no toser o estornudar sin cubrirse la boca, y otras.  El 30 de noviembre de 1918, el Gobernador ordenó la clausura de las escuelas públicas y privadas, los cines, las iglesias y los sitios de reunión exceptuando las factorías, las fábricas y la Universidad de Puerto Rico.

Contrario al caso de otras epidemias, como la peste bubónica, la viruela, la lepra o la de cólera de 1855, la influenza en su segunda etapa no fue estigmatizada como un castigo divino, ni se le adjudicaba su transmisión solo a los sectores marginados ya que se contagiaban y morían tanto los ricos como los pobres.

La tercera etapa mundial, calificada como una “benigna” al igual que la primera, fluctuó en Puerto Rico entre mediados de enero con casos esporádicos hasta mayo de 1919. Los edificios de las escuelas públicas utilizados como hospitales temporeros se desinfectaron y cerraron desde finales de diciembre de 2018, debido a la disminución de los contagiados y el comienzo de las clases en enero.  Para febrero de 1919, el Senado presentaría una medida para extender por un mes el curso en aquellas escuelas usadas como hospitales.

Se ha calculado la mortalidad local en unas 10 888 personas durante esos meses y la morbilidad hasta las primeras semanas de febrero de 1919 en unos 261 828 casos en un País con 1 258 970 habitantes y tomando en cuenta que no había sido obligación reportar la enfermedad localmente, hasta mediados del mes de noviembre.

(Con datos de https://enciclopediapr.org/)

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